Levantar la voz


El poder de la mente y de la razón están muy reñidos con el tono de voz. Digamos que son contradictorios, pues cualquier argumento razonado no necesita de ningún elemento externo donde apoyarse.
Al hablar hay que modular el tono de la voz, no hay que recurrir a los gritos para conseguir algo de otra persona ni para dar credibilidad a nuestras palabras, lo que se consigue es, precisamente el efecto contrario.
Para ciertas personas gritar es un mecanismo de defensa, relacionado con su inseguridad o sus posibles conflictos personales, de la misma forma que el recurso del grito sirve a aquellos que no encuentran otro mejor, la persona a la que gritemos se defenderá ignorándonos o, en el peor de los casos, poniéndose a nuestra altura.
En el caso de que nos encontremos inmersos en una discusión con una persona que levanta en exceso la voz, suele ser bastante resolutivo bajar nosotros el tono sin que ello implique relajar la rotundidad de las afirmaciones que apostillamos, suele ser bastante efectivo que la otra persona, cuando sea consciente de que es la única que levanta la voz, cambie por completo de actitud.
En ocasiones no sólo resulta hiriente el tono de voz empleado si no también connotaciones vocales tales como el sarcasmo y la ironía, las cuales convendría que manejemos con delicadeza

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